El cobre
En la agricultura ecológica
En la agricultura ecológica
El cobre es un fungicida natural que se utiliza para proteger los cultivos contra el mildiú y la necrosis bacteriana. En la viticultura ecológica, es de hecho el único fungicida aprobado contra el mildiú. Pero, al igual que otros fungicidas basados en moléculas sintéticas, el cobre también está en el punto de mira de las demandas sociales y medioambientales. Su toxicidad para los microorganismos del suelo y acuáticos es conocida desde hace tiempo. En febrero de 2019 llegó a limitarse el uso de cobre a 28 kg/ha por cada 7 años.
Entonces, ¿cómo podemos reducir el uso del cobre en la viticultura ecológica para conservar nuestros suelos y preservar la calidad de nuestras uvas?
La ecuación parece compleja pero no imposible. Hay que saber cuándo aplicar los tratamientos dependiendo de la presión sanitaria y de la pluviometría. El primer tratamiento es decisivo para el resto de la campaña y a menudo permite reducir el uso anual de cobre. Esto se consigue gracias a una cuidadosa evaluación y observación por parte de los viticultores.
La prevención de enfermedades es asimismo esencial para reducir el uso de cobre: los racimos deben estar en un entorno aireado para evitar el desarrollo del mildiú y el oídio. Esto implica una eliminación estudiada y cuidadosa de las hojas, así como llevar a cabo operaciones de desyemado y despampanado.
Estos métodos ya son ampliamente utilizados por los viticultores, especialmente en la agricultura ecológica. Ahora bien, ¿qué otras vías existen para reducir aún más el uso del cobre?
Estudios recientes han demostrado que una reducción a la mitad de las dosis habituales de cobre utilizadas no afectaría en absoluto a la eficacia del tratamiento en lo que intensidad se refiere. Lo ideal sería, por tanto, reducir la dosis de los tratamientos, aunque suponga tratar más a menudo, en cuanto estos sean arrastrados.
También se están realizando ensayos que combinan su uso con métodos alternativos como infusiones y decocciones, que supuestamente mejoran las defensas naturales de las hojas contra el mildiú. La ortiga, por ejemplo, tiene propiedades antifúngicas y la cola de caballo, en combinación con el sílice, tiene un efecto secante y, por lo tanto, limita el desarrollo de enfermedades fúngicas. Por último, a largo plazo, habría que plantearse utilizar variedades resistentes al mildiu y al oídio. Por ejemplo, las variedades RESDUR® y Genovigne® desarrolladas por el INRA y el IFV tienen genes de resistencia a estas enfermedades. Sin embargo, todavía no están permitidas en los pliegos de condiciones de las denominaciones de origen.
Es necesario seguir investigando para reducir aún más la cantidad de cobre utilizado. No hay que olvidar que todos estos métodos son preventivos y, por tanto, no sustituyen la experiencia y la vigilancia del viticultor.
Por Pauline Milon y Clément Maës - Enólogos