Bag-in-Box
Para reducir la huella de CO2 del vino
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Al hablar de vino, solemos hablar de terruños, variedades de uva o añadas. Rara vez sale el tema del embotellado, de la energía que hace falta para mantener las instalaciones de la bodega, o la gasolina necesaria para hacer funcionar la maquinaria de la vendimia o para transportar el vino de un lugar a otro hasta el consumidor. Pero el viaje del vino es tan importante como su origen, aunque no afecte necesariamente a su calidad.
Según Gaia Consulting, el potencial de calentamiento global (PCG) de una botella de vidrio de 75 cl. de vino es de aproximadamente 0,48 kg de CO2. Lo cual equivale más o menos a conducir 3 km en un Renault Diesel (ya sé, quién conduce un Renault de todos modos). De sus 0,46 kg de CO2, aproximadamente el 30 % corresponde a la producción del vino, el 40 % a su transporte y el 40 % al envasado. Así que, aunque nuestro margen de maniobra en el campo para reducir ese 30 % es pequeño (siempre necesitaremos agua y energía para elaborar buenos vinos), sí que podemos reducir nuestra huella ambiental en lo que respecta al transporte y el envasado haciendo una serie de cambios. El Bag in Box, también conocido como BIB, es la solución que hemos encontrado. El potencial de calentamiento global de un Bag In Box de 3 litros es de unos 0,21 kg de CO2, que si se equipara con una botella de 75 cl, tiene un impacto de 0,05 kg de CO2, esto es: casi una décima parte de una botella de vidrio.
Llevamos produciendo y vendiendo BIBs desde 1996. En aquel momento utilizábamos un BIB de formato «clásico», más bien cuadrado. La tecnología ha evolucionado con los años y el BIB se ha vuelto más atractivo, más ligero y pequeño, lo que facilita aún más su transporte. En 2018, el 45 % de nuestros vinos se envasaron en Bag in Box (formatos de 3, 5 y 10 litros), mientras que el 55 % restante se envasó en botellas de vidrio, de las cuales el 80 % fueron «Light Weight Bottles», con un peso inferior a 420 g por botella.
Para nosotros, los productores, puede ser muy tentador quedarnos en nuestra zona de confort, donde la tradición supera con creces a la innovación –una botella con el peso adecuado puede resultar más impresionante y transmitir una sensación de mayor calidad al consumidor. En una industria tan arraigada en la tradición, es nuestro deber y responsabilidad iniciar cambios importantes. Dado que el mercado demanda prácticas cada vez más sostenibles y busca sin cesar nuevas experiencias, debemos ser nosotros los que demos el primer paso hacia una industria vitivinícola más ecológica y responsable.
Por Quentin Vidal - Director de Marketing